Conozco a Adela desde que empecé mi Tesis Doctoral a finales del 85. Tres décadas dan para mucho, y podría decir bastantes cosas de ella, muchas positivas, y algunas también negativas, no nos engañemos.
Pero como la razón que motiva estas reflexiones es su candidatura al Rectorado, se me ocurren sobre todo de las primeras. Para empezar quiero destacar un aspecto de importancia primordial: su compromiso para recuperar el sufragio como procedimiento de elección del Rector. Esto constituye una singularidad de nuestra Universidad (ya podían ser otras) que nos fue hurtado hace años sin que sepamos, al menos a mí no me consta, las razones para su eliminación a favor de la elección por el Claustro.
Dicho esto, voy a añadir una obviedad: Universidad sin investigación es cualquier cosa menos Universidad: una Academia de estudios (palabra de referencias Platónicas, no está mal), un Liceo (Aristotélicas en este caso) o cualquier otro centro de formación, pero desde luego no una Universidad. Y digo esto porque entre las muchas cosas que podría comentar del perfil académico de Adela, me voy a centrar en su parte investigadora, la que conozco bien y de la que es fácil decir muchas cosas positivas. Me va a ayudar además a explicar por qué pienso que puede ser una buena Rectora. La primera de ellas es que ya en su etapa predoctoral mostró aspectos fundamentales de su carácter: una gran capacidad de trabajo, constante, luchadora y capaz de superar por ella misma, sin “ayuditas” externas, las situaciones más adversas. Y créanme que sé de lo que hablo. Posteriormente, en su etapa posdoctoral volvió a demostrar que lo anterior no había sido casual. Pasó largos periodos en centros de investigación de primer nivel de medio mundo, en los que trató de tú a tú a científicos del más alto prestigio internacional. Basta darle un vistazo a su currículo (una parte de él accesible para toda la comunidad universitaria en el ISI Web of Knowledge) para comprobar que, además de producir muy buenas publicaciones científicas, ha sido capaz de colaborar con personas y grupos de investigación de gran valía.
Y le doy especial importancia a este aspecto porque, en el tema que nos ocupa (su candidatura al Rectorado) no solo es importante tener las capacidades de gestión necesarias para la labor. Rodearse de las personas adecuadas es, si cabe, aún más importante.
Otro aspecto interesante de su historial es el que Adela nos haya sorprendido en los últimos años con nuevos compromisos y habilidades que algunos (al menos yo) no sospechaban. Su compromiso con la lucha por los derechos de mujeres en países poco respetuosos con ellos es algo especialmente notable, sobre todo teniendo en cuenta los tiempos que corren. Su reciente trayectoria como escritora de divulgación científica confirma lo expresado más arriba respecto a sus capacidades. No puedo terminar esta pequeña reflexión sin mencionar al menos algo negativo. Adela a veces, no siempre, falla en el debate directo. En el cara a cara. Y eso en el mundo en el que vivimos, donde la imagen y la mercadotecnia es un valor, oculta con frecuencia la verdad. Hace a algunos parecer más hábiles de lo que en realidad son. Y al contrario.
En resumen, una persona como Adela, con indudables virtudes académicas, que conoce todos los aspectos fundamentales de la docencia y de la investigación, y sobre todo, que conoce de primera mano cómo funciona el mundo universitario en los países más desarrollados, la acreditan sin lugar a dudas para el puesto al que se ha presentado candidata. Por todo lo dicho, pienso que Adela será una muy buena Rectora de la Universidad de Sevilla.
Alfonso Caballero
Catedrático de Química Inorgánica
Director del Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla, centro mixto CSIC- US