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Reflexiones de Francisco J. Salguero Lamillar

La universidad como medio y como fin

La universidad es una de las instituciones más antiguas de occidente, heredera de otros modelos y formas de transmisión del conocimiento, los saberes y la cultura que la precedieron. En cualquier civilización, en todas partes del mundo, la herencia del conocimiento adquirido ha pasado de una generación a otra como uno de los bienes más preciados. Hoy día, sin la universidad no se concibe el progreso científico y técnico de nuestras sociedades actuales ni los niveles de cultura y bienestar de los que gozamos quienes tenemos la suerte de vivir y trabajar en lo que llamamos el primer mundo.

La universidad pública es, además, un servicio fundamental para los ciudadanos, ya se sirvan de él directamente, como los alumnos que reciben su formación en ella, o indirectamente, como los usuarios de los servicios que sus profesionales egresados de todo tipo ofrecen al conjunto de la sociedad. El acceso a la ciencia y la cultura, así como la formación necesaria de los profesionales más cualificados, sería difícil e, incluso, imposible para una gran mayoría de la población si las universidades públicas desaparecieran o dejaran de serlo en la práctica por un encarecimiento desmedido de tasas.

Por supuesto, la universidad es elitista, solo una elite accede a los estudios universitarios en todos los países del mundo, también en el nuestro. Pero la existencia de las universidades públicas garantiza que los criterios de selección de esta elite se basen en la capacidad y el mérito de los que a ella acceden, y no en criterios ideológicos, económicos o de mero estatus social. Así es como funcionan las universidades públicas en los sistemas democráticos y de derecho en que reciben los apoyos sociales y financieros necesarios por parte del estado.

Tuve la suerte de acceder al sistema universitario español hace más de treinta y cinco años gracias a la política de becas de aquella época. De otro modo, mi familia no habría podido permitirse costear mis estudios. Desde entonces trabajo para devolver todo lo que la universidad pública me ha dado, que ha sido mucho en estos años, primero como estudiante y luego como docente e investigador. Trabajo y lucho día a día porque la Universidad de Sevilla, donde trabajo, sea mejor y más competitiva, porque mis alumnos obtengan una formación valiosa y real que supere en el futuro la que mis maestros me dieron, para que mis hijos y mis nietos vivan en una sociedad mejor, más libre, más fraternal que la me dejaron mis padres y abuelos.

La universidad pública es una parte muy importante de cualquier proyecto de país que tenga como objetivo el bienestar de sus ciudadanos y la solidaridad con esas otras regiones del mundo en las que aún no se han alcanzado los niveles de vida que todos queremos para nosotros mismos. Los profesores de la universidad pública formamos a las generaciones que en el futuro tendrán la obligación moral de hacer del mundo un lugar mejor y más justo, la obligación de alcanzar las metas científicas para las que los seres humanos estamos capacitados, la obligación, en suma, de difundir el conocimiento y los valores artísticos y culturales que nos definen como especie y como individuos.

Por todo ello, apoyaré siempre aquellos modelos de universidad pública que hagan de esta un servicio real y verdadero para la sociedad, que la conciban como parte fundamental del sistema científico de nuestro país y como garante de las libertades de pensamiento y expresión que hemos conseguido entre todos en el estado de derecho. Apoyaré un proyecto para la Universidad de Sevilla que la catapulte a lo más alto de las ciencias humanas y sociales, a lo más avanzado de los desafíos científicos y técnicos que se presentan ante las sociedades humanas para los próximos años, pero sin perder de vista su carácter de servicio a los ciudadanos, que la hace necesaria e imprescindible para todos. Apoyaré un proyecto que democratice al máximo las estructuras de la Universidad de Sevilla mediante la participación de cada uno de los estamentos involucrados y también de la sociedad sevillana y las instituciones municipales, regionales, nacionales e internacionales que deben colaborar en que nuestra universidad se convierta realmente en la institución que merece ser por su potencial humano y por su historia. Apoyaré, en definitiva, la candidatura de Adela Muñoz como Rectora de la Universidad de Sevilla, porque con ella comparto objetivos, entusiasmo y la idea de una universidad pública, abierta y democrática que sea un instrumento regenerador de la sociedad en que vivimos.

Francisco Salguero Lamillar
Profesor Titular de Lingüística General acreditado a catedrático en 2013

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