En este proceso de elecciones a rector, después de muchos años, se ha podido hablar en este Claustro como en una verdadera cámara de representación de los diferentes sectores académicos, profesionales y estudiantiles. Y hemos tenido ocasión de oír cómo se trasladaba al rector en funciones y candidato oficial, que este sistema está agotado.
Este debate constituye todo un logro que no ha venido de la mano de los responsables de la institución, sino del esfuerzo, la lucha y el compromiso de profesores, personal de administración y servicios y estudiantes, que han mostrado que quieren una Universidad más participativa, más transparente y más democrática. Lo opuesto al actual sistema de perpetuación endogámica en los cargos académicos.
Pero este logro no es suficiente. No he llegado hasta aquí para incomodar a nadie, sino por el compromiso que adopté con mi universidad hace muchos años, con la universidad que he querido siempre para mis alumnos, para mis hijos, para mis compañeros y para mí misma. Estoy aquí porque estoy dispuesta a dar voz a los que se han tenido que refugiar en la resignación como único modo de enfrentarse a la realidad gris de esta universidad. A todos vosotros os traigo un mensaje de esperanza en el futuro. Hoy estamos más cerca que nunca en los últimos veinte años, de cambiar las cosas, de regenerar democráticamente el funcionamiento de la universidad a la que tanto amamos y que tanto nos duele.
Me propongo iniciar un profundo proceso de reforma legal y estatutaria de la universidad de Sevilla que acabe con la anormalidad democrática en la que vivimos instalados desde hace ya demasiado tiempo. Quiero que acabemos con las presiones, con los silencios, con el ostracismo de los disidentes, con la política del café para todos. Con la cooptación para elegir rector desde dentro del propio equipo del rector, con la ocupación sistemática de todos los órganos de decisión por los afines al rector. Quiero abrir puertas y ventanas y devolver la gestión de la universidad de Sevilla al compromiso, a la profesionalidad, a su mejor capital humano.
Llevo en este empeño desde el mismo momento en que se sustrajo de forma artificiosa y con grave violación del espíritu de las normas, el derecho de esta comunidad a elegir rector por sufragio universal ponderado. Puse en marcha iniciativas para pedir la vuelta al mismo a través de medios de comunicación propios, dado que la universidad carece de canales para que sus miembros expresen su voluntad e ideas. Por ello esta será una de mis primeras actuaciones, abrir canales de expresión y de comunicación libres dentro de la universidad de Sevilla, para fomentar el debate racional sobre los problemas que nos afectan a todos. La regulación de estos canales estará basada en la responsabilidad de los propios miembros de esta comunidad.
Desde la presidencia del Claustro, una vez éste me haya concedido su confianza, abordaré la reforma del Estatuto con el objetivo de devolver el derecho de sufragio a todos los miembros de esta Universidad. Desde el respeto a la legalidad vigente, abriré el debate para conseguir los fines propuestos. En el caso de que mi propuesta de reforma no prosperase, agotaré el mandato de legislatura del vigente Claustro universitario, dimitiré y haré que el nuevo Claustro elija rector inmediatamente. De prosperar la reforma, dimitiré igualmente, y presentaré mi candidatura para ser la primera mujer elegida como rectora por sufragio universal ponderado.
No tengo vocación de interinidad, como ya he expuesto a este Claustro, sino de dar estabilidad a mi mandato sobre la base de las líneas de actuación propuestas en mi programa. Comparto un modelo de universidad con un equipo entusiasta que es consciente de que los cargos son cargas y de que la gestión sólo debe ocupar una parte de la carrera académica y profesional de un universitario. Quiero que lleguen al rectorado otras formas de gestionar, otras actitudes en la dirección de los asuntos generales, para que con una mirada diferente a los problemas de siempre, se encuentren mejores soluciones. Porque los retos cambiantes y cada vez más complejos con los que nos tocará lidiar en el futuro inmediato exigirán la energía y creatividad de todos.
La Universidad debe ser un espejo en el que se miren otras instituciones públicas. Nos debemos a la sociedad, por lo que tenemos que romper los vicios y desviaciones de la ética pública que tanto abruman a los ciudadanos. Ello nos exige un compromiso inflexible con los principios de igualdad, mérito y capacidad. Tenemos la obligación ineludible de devolver a los universitarios el reconocimiento social que habíamos perdido como consecuencia de este modo equivocado de gestionar nuestra autonomía universitaria.