Compañeras y compañeros claustrales:
Hace casi ocho años empecé una batalla para intentar cambiar la forma de gobierno de esta Universidad. A lo largo de estos intensos días de campaña me he reafirmado en mi lucha porque he tenido la ocasión de comprobar algo que ya intuía: el extraordinario capital humano y el enorme talento que esta Universidad atesora.
Y cuando hablo de talento no me refiero sólo a artículos publicados en revistas de alto índice de impacto, sino al de las directoras y directores de centros y departamentos, profesores y profesoras que se multiplican a lo largo de interminables jornadas de trabajo para asistir a comisiones o reuniones y para que, a pesar de las carencias de los centros, los contratos precarios o la sobrecarga docente, las clases se impartan cada día. Pero también hablo del talento de los investigadores despilfarrado en cumplimentar la apabullante burocracia exigida para seguir haciendo su investigación con presupuestos recortados; del talento postergado de los profesores de Ciencias de la Educación cuando diseñaron un máster para “enseñar a enseñar” y se encontraron con el MAES; del talento ignorado en Bellas Artes para cuidar nuestro patrimonio artístico, del de las Facultades de Humanidades, cuyos egresados son los mejor recibidos por el mercado de trabajo y el de los profesores del Área Biosanitaria, no suficientemente apoyado por los responsables de nuestra universidad. Os hablo también del talento no aprovechado de los profesores de Informática para acometer la reorganización y optimización de las herramientas informáticas, imprescindibles en el funcionamiento de la universidad, o el del profesorado de Arquitectura e Ingenierías para planificar las infraestructuras y hacer nuestra Universidad sostenible. Del talento olvidado de los profesores de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales para acometer una reforma en la organización y gestión económica de la universidad sobre la base de criterios de eficiencia, el de la Facultad de Comunicación para hacer una universidad más transparente donde la información fluya, y tantos otros talentos que no puedo mencionar aquí para no alargar demasiado esta relación.
Y cómo no, hablo del talento de las y los estudiantes que han dedicado una gran parte de su tiempo y energía no sólo a preparar sus exámenes o a salir de marcha, sino a soñar con una universidad mejor para todos, cuyas líneas maestras han plasmado en un documento lleno de razones. Y, por supuesto, del talento del personal de administración y servicios, que, a pesar de las dificultades y los recortes, sigue manteniendo el peso administrativo y el apoyo técnico para el buen desarrollo de las funciones docentes e investigadoras de esta Universidad.
Creo que ha llegado el momento de dejar de despilfarrar todo el talento que se pierde en la Universidad de Sevilla por los desagües del oscurantismo, la manipulación de la información, la presión de las “llamadas al orden” y el reparto del poder entre los afines. Tenemos que hacerlo por nosotros y por los profesores y estudiantes que llenarán nuestras aulas en el futuro. No podemos seguir mirando para otro lado cuando se toman decisiones disparatadas como la que llevó a gastar nueve millones de euros en la fallida biblioteca del Prado, gasto que solo nos ha traído desprestigio y por el que ninguno de sus gestores ha asumido responsabilidad alguna.
Por todo ello es imprescindible que haya un cambio en el rectorado de la Universidad de Sevilla. Si no aprovechamos la ocasión que ahora se nos brinda para detener esta sucesión hereditaria de rectores y de cargos perpetuos, seremos cómplices de mantener una Universidad en la que las decisiones se toman de espaldas a la comunidad y a menudo en su perjuicio.
No podemos seguir dejando que otros decidan por nosotros, porque las consecuencias y responsabilidades de sus decisiones nos afectarán a todos.
Por ello os pido el voto para recuperar la Universidad de todos.
Adela Muñoz Páez
Sevilla 14 de diciembre de 2015