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Reflexiones de César Moreno Márquez

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27 noviembre, 2015

UNA UNIVERSIDAD MAYOR DE EDAD Y DE USO PÚBLICO.

César Moreno Márquez (Catedrático de Filosofía)

«Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere aude, incipe

[Quien ha comenzado, ya ha hecho la mitad: atrévete a saber, empieza]»

(Horacio, Epístola II del Epistularum liber primus)

Hace unos días preguntaba a mis alumnos de primero del Grado de Filosofía por aquel famoso dictum aducido por Kant que tan genialmente resume el espíritu de la Ilustración. Sólo recordaban su primera parte. Me decían, no sin cierta timidez: Sapere aude! (que, si no hemos olvidado el latín, significa ¡Atrévete a saber!), y yo les respondía que le faltaba a ese atrevimiento u osadía algo decisivo para Kant: completar ese saber añadiéndole “por ti mismo”: atrévete a usar tu propia razón.

Por diversos motivos, vuelvo estos días a releer ¿Qué es la Ilustración? Estoy seguro de que a pesar de la distancia en el tiempo, después de los doscientos treinta y un años transcurridos desde 1784, a quien se acercara al opúsculo de Kant volvería a sorprenderle con fuerza (diría que casi como el primer día, quizás porque aún quisiera ir de ida, no de vuelta, como va el Hombre-Quemado) la intensa actualidad del desafío que se nos lanzó desde la lejana Königsberg. Lejos de incumbir únicamente a los filósofos, afecta al núcleo más íntimo de la formación del ser personal y del deseo-de-saber, sobre todo en el ámbito de los estudios superiores universitarios y, más globalmente (quisiera enfatizarlo aquí y ahora, por lo que nos incumbe en nuestra responsabilidad), al arco tensado hacia el futuro que debe seguir siendo, desde Sevilla a Königsberg, la voluntad de ese ideal que llamamos Occidente.

Al comienzo de su texto Kant lo deja demasiado claro:

«La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración».

En el texto, “propia” figura en cursiva. Este “propia” de la razón siempre es a la vez mi derecho y mi deber, pudiéndose declinar en singular o en plural. Tal como la piensa o sueña Kant, la razón de la Ilustración, o es propia, o no es razón ni ilustrada, y sólo así puede llegar a ser una razón común o compartida. No podemos dejar que Otro piense en nuestro lugar. Mejor dicho: no debemos creer y consentir –y menos propiciar- que “Otro” pudiese pensar por mí o por nosotros. Seguía luego Kant diciendo que

«La pereza y la cobardía son causa de que una tan gran parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena tutela […]; también lo son de que se haga tan fácil para otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo bello) considere el paso de la emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de entontecer sus animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde los metieron, les muestran los peligros que les amenazarían caso de aventurarse a salir de él. […] Es, pues, difícil para cada hombre en particular lograr salir de esa incapacidad, convertida casi en segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz de servirse de su propia razón, porque nunca se le permitió intentar la aventura. Principios y fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso, o más bien abuso, racional de sus dotes naturales, hacen veces de ligaduras que le sujetan a ese estado».

Tras referirse a la «libertad de hacer uso público de su razón íntegramente», decía Kant que, sin embargo,

«oigo exclamar por todas partes: ¡Nada de razones! El oficial dice: ¡no razones, y haz la instrucción! El funcionario de Hacienda: ¡nada de razonamientos!, ¡a pagar! El reverendo: ¡no razones y cree! […]. Aquí nos encontramos por doquier con una limitación de la libertad. Pero ¿qué limitación es obstáculo a la ilustración? ¿Y cuál, por el contrario, estímulo? Contesto: el uso público de su razón le debe estar permitido a todo el mundo y esto es lo único que puede traer ilustración a los hombres».

Kant entendía por uso público el que cualquiera pudiera hacer como persona racional y mayor de edad. Y aducía algunos ejemplos. El que más me importa, en la brevedad que la presente circunstancia me exige, es el que se refiere a la diferencia entre ser maestro, o maestra, y funcionario, o funcionaria. En este sentido, creo que es a la condición de ser maestra, más que a la de ser meramente funcionaria, a la que se debe la Universidad en que creo, como espacio radical, más que cualquier otro, de pluralismo, apertura y libertad. No quisiera figurarme (en palabras de Kant) una Universidad funcionaria o servil, automática, pasiva, artificialmente unánime o dirigida y obediente.

* * *

No me extenderé más. Kant ha sido sólo un buen pretexto. Me  parece inconcebible la idea de una Universidad no comprometida a fondo con la aventura del amor al saber (es decir, en un sentido profundo y englobante, filo-sóficamente comprometida) en todas sus expresiones, sin excepción; que no favorezca incondicionalmente la razón propia en su uso público y que no defienda a toda costa todas y cada una de las ocasiones, espacios y tiempos propicios para la reflexión que debe acompañar sus decisiones y proyectos.

Creo que así debe ser en todos los niveles de la comunidad universitaria, cada uno con su propia tarea y responsabilidad. En este sentido, y como ejemplo (pero no el menor de los ejemplos, desde luego, sino como un ejemplo-proa o estandarte, o como ejemplo capital), un claustro que no favoreciese el reflejarse e interactuar recíprocos que debiera darse, en el momento de la elección del Rector o de la Rectora, entre la máxima expresión de la comunidad universitaria y la propia Rectora o el Rector que hubiera de ser elegida o elegido para que se pusiera generosamente a la vez a su servicio y al frente de la misma, ese Claustro se desviaría gravemente (como una extravagancia o una aberración) tanto de la razón propia común como del uso público de la razón y las ideas que cabe desear para, y esperar de, la Universidad. Máxime cuando esa exigencia de reflexión y acogida recíproca entre toda la comunidad universitaria y su Rector/Rectora ha sido deseada y demandada –y aplazada, y escamoteada- en tantas ocasiones. Es la comunidad universitaria la que debe desear y exigir que la Rectora o el Rector sea suya o suyo mayoritariamente, en la medida de lo posible (en definitiva, yo quisiera tener la suerte de poder decir: mi rectora, o mi rector), y no de quienes en el claustro, más o menos mayoritariamente, y por una delegación muy legal pero a veces sin suficientes garantías, pudieran elegirle. Parte importante del prestigio de un Claustro plausible debería estar en función de su genuina representatividad (lo que resulta ser una tarea cotidiana) y de esta generosidad primordial y extra-ordinaria de ceder el Primer-Poder-de-Elegir, capaz de desmentir cualquier sospecha que pudiera suscitar la apropiación de un poder con una eficacia tan decisiva como la elección del Rector –o de la Rectora. Sólo un claustro generoso en este sentido, y sin complejos estaría en condiciones de ganarse la confianza de toda la comunidad universitaria.

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César Moreno Márquez (1961) fue becario de investigación del Ministerio de Educación y Ciencia entre los años 1985 y 1987. Obtuvo la titularidad de Filosofía en 1990 y fue habilitado como Catedrático de Filosofía en 2008. Fue presidente de la Sociedad Española de Fenomenología entre 1998 y 2006. Dirige en la actualidad, desde Febrero de 2014, Apeiron. Seminario de Filosofía.

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Reflexiones de Francisco J. Salguero Lamillar

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28 octubre, 2015

La universidad como medio y como fin

La universidad es una de las instituciones más antiguas de occidente, heredera de otros modelos y formas de transmisión del conocimiento, los saberes y la cultura que la precedieron. En cualquier civilización, en todas partes del mundo, la herencia del conocimiento adquirido ha pasado de una generación a otra como uno de los bienes más preciados. Hoy día, sin la universidad no se concibe el progreso científico y técnico de nuestras sociedades actuales ni los niveles de cultura y bienestar de los que gozamos quienes tenemos la suerte de vivir y trabajar en lo que llamamos el primer mundo.

La universidad pública es, además, un servicio fundamental para los ciudadanos, ya se sirvan de él directamente, como los alumnos que reciben su formación en ella, o indirectamente, como los usuarios de los servicios que sus profesionales egresados de todo tipo ofrecen al conjunto de la sociedad. El acceso a la ciencia y la cultura, así como la formación necesaria de los profesionales más cualificados, sería difícil e, incluso, imposible para una gran mayoría de la población si las universidades públicas desaparecieran o dejaran de serlo en la práctica por un encarecimiento desmedido de tasas.

Por supuesto, la universidad es elitista, solo una elite accede a los estudios universitarios en todos los países del mundo, también en el nuestro. Pero la existencia de las universidades públicas garantiza que los criterios de selección de esta elite se basen en la capacidad y el mérito de los que a ella acceden, y no en criterios ideológicos, económicos o de mero estatus social. Así es como funcionan las universidades públicas en los sistemas democráticos y de derecho en que reciben los apoyos sociales y financieros necesarios por parte del estado.

Tuve la suerte de acceder al sistema universitario español hace más de treinta y cinco años gracias a la política de becas de aquella época. De otro modo, mi familia no habría podido permitirse costear mis estudios. Desde entonces trabajo para devolver todo lo que la universidad pública me ha dado, que ha sido mucho en estos años, primero como estudiante y luego como docente e investigador. Trabajo y lucho día a día porque la Universidad de Sevilla, donde trabajo, sea mejor y más competitiva, porque mis alumnos obtengan una formación valiosa y real que supere en el futuro la que mis maestros me dieron, para que mis hijos y mis nietos vivan en una sociedad mejor, más libre, más fraternal que la me dejaron mis padres y abuelos.

La universidad pública es una parte muy importante de cualquier proyecto de país que tenga como objetivo el bienestar de sus ciudadanos y la solidaridad con esas otras regiones del mundo en las que aún no se han alcanzado los niveles de vida que todos queremos para nosotros mismos. Los profesores de la universidad pública formamos a las generaciones que en el futuro tendrán la obligación moral de hacer del mundo un lugar mejor y más justo, la obligación de alcanzar las metas científicas para las que los seres humanos estamos capacitados, la obligación, en suma, de difundir el conocimiento y los valores artísticos y culturales que nos definen como especie y como individuos.

Por todo ello, apoyaré siempre aquellos modelos de universidad pública que hagan de esta un servicio real y verdadero para la sociedad, que la conciban como parte fundamental del sistema científico de nuestro país y como garante de las libertades de pensamiento y expresión que hemos conseguido entre todos en el estado de derecho. Apoyaré un proyecto para la Universidad de Sevilla que la catapulte a lo más alto de las ciencias humanas y sociales, a lo más avanzado de los desafíos científicos y técnicos que se presentan ante las sociedades humanas para los próximos años, pero sin perder de vista su carácter de servicio a los ciudadanos, que la hace necesaria e imprescindible para todos. Apoyaré un proyecto que democratice al máximo las estructuras de la Universidad de Sevilla mediante la participación de cada uno de los estamentos involucrados y también de la sociedad sevillana y las instituciones municipales, regionales, nacionales e internacionales que deben colaborar en que nuestra universidad se convierta realmente en la institución que merece ser por su potencial humano y por su historia. Apoyaré, en definitiva, la candidatura de Adela Muñoz como Rectora de la Universidad de Sevilla, porque con ella comparto objetivos, entusiasmo y la idea de una universidad pública, abierta y democrática que sea un instrumento regenerador de la sociedad en que vivimos.

Francisco Salguero Lamillar
Profesor Titular de Lingüística General acreditado a catedrático en 2013

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Reflexiones de Francisco Garrudo

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28 octubre, 2015

UNIVERSIDAD

Universidad es un concepto, un ejercicio de libertad. Solo la verdad nos puede hacer libres. La única manera de alcanzar la verdad en el único universo que conocemos es mediante la ciencia. El dogma hace esclavos acríticos, apensantes, programados…

La ciencia, fruto del esfuerzo acumulado de generaciones, a diferencia del dogma, se autoverifica y revisa constantemente. Ese imparable devenir, enemigo de la inmutabilidad dogmática, hace que esté dinámicamente entrelazada en el tiempo, con el pasado y el futuro. No hay verdades inmutables: hay verdades en el tiempo. Ningún ser humano es su dueño.Todos juntos, en todos los espacios y tiempos, presentes, pretéritos, y por venir la hemos modelado apoyándonos todos en todos.

La universidad representa este concepto del saber compartido y libre. Y quien quiera limitarla tratando de controlar ese imparable dinamismo inherente y anejo a su esencia solo podrá hacerlo en tanto en cuanto los hombres que la conforman pierdan de vista la libertad de su saber y la universalidad de su meta.

Francisco Garrudo

Catedrático en filología inglesa

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Reflexiones de Sebastián Chavez de Diego

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28 octubre, 2015

Reflexiones sobre la universidad

Me pide Adela Muñoz que escriba mis reflexiones personales sobre la universidad y accedo con gusto porque la universidad española necesita repensarse y rediseñarse. Nuestras universidades siguen siendo instituciones organizadas y gobernadas con estructuras del siglo XX, pensadas para superar el periodo de la dictadura, mientras que el mundo en que se insertan tiene ya poco que ver con aquel tiempo. Al operar como hace 40 años, la universidad española contribuye a anclar la sociedad en su pasado en lugar de proyectarla hacia el futuro, lo que debería ser una de sus funciones esenciales.

Un buen ejemplo es nuestra actividad docente, protagonizada aún hoy por el trinomio clase magistral + apuntes + examen. ¿Podemos seguir enseñando ajenos a la revolución del conocimiento globalizado? Parece como si asumiéramos nuestro papel en una representación teatral en la que hacemos participar al estudiante con el señuelo de un título adquirible en cómodos plazos. ¿Hasta cuándo aguantarán nuestros estudiantes esa representación? Visiten www.edx.org y concluirán que no falta mucho para que las empresas empiecen a dar prioridad a un diploma EdX, con el marchamo de Harvard, Stanford o el MIT, frente a nuestros títulos “oficiales”.

Las universidades locales podemos ofrecer algo muy valioso que los “massive open online courses (MOOC)” no tienen: la gran oportunidad del contacto directo profesor/estudiante, la cercanía al profesor que es además un investigador que explora los límites de su campo de conocimiento. Pero si malgastamos esa ventaja en clases magistrales con formato medieval, y relegamos la investigación a una actividad burocratizada, la sociedad no tardará mucho en mandarnos a paseo.

Ya sucedió en la edad moderna, cuando muchas universidades españolas, incluida la nuestra, se convirtieron en simples vendedoras de títulos, desconectados de la ciencia del momento y orientadas al mantenimiento de los ingresos de los clérigos que las regían, que consideraban la cátedra una forma particular de canonjía. Aún no estamos ahí, por supuesto, pero el mundo corre a velocidad crecientemente acelerada y nosotros parecemos flotar en un universo diferente, relajados en la seguridad de nuestros ingresos mensuales, pagados puntualmente por nuestros conciudadanos gracias a sus impuestos. Me pregunto si no es ésta una forma encubierta de privatización.

La ley nos otorga a los empleados públicos de la universidad el derecho de administrar de forma autogestionada el presupuesto que los ciudadanos nos confían. Ese pacto solo tiene sentido si demostramos un incansable afán de mejora para ofrecerles una universidad a la altura del tiempo en que vivimos. Creo que la universidad española tiene que experimentar una profunda transformación, pedagógica y organizativa, para no perder la confianza que los ciudadanos han depositado en nosotros, pero dudo de que todos los que conformamos la comunidad universitaria estemos convencidos de la necesidad de esa renovación. Antes o después, los ciudadanos nos lo exigirán.

Sebastián Chávez de Diego

Catedrático de Genética

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Reflexiones de José Manuel Gómez Muñoz

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28 octubre, 2015

REFLEXIONES SOBRE LA UNIVERSIDAD

Por José Manuel Gómez Muñoz. Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social

Un modelo de gestión nueva para nuestra universidad es un imperativo categórico demasiadas veces aplazado por una inercia ciega que nadie parece querer parar. Tener buenos gestores no es fácil en una universidad cada vez más burocratizada y refractaria a los avances del progreso tecnológico. Puede sonar a paradoja, pero es una realidad inquietante que todos padecemos: cuanto más sofisticada es la herramienta informática, más horas de trabajo hemos de emplear en su uso y menos tiempo nos queda para lo auténticamente importante, la investigación y la docencia.

Los profesores nos ahogamos en los procesos burocráticos vinculados a la gestión académica. El trabajo está mal estructurado en nuestra universidad, lo que causa una frustración generalizada a la que nadie es capaz de poner freno. Se necesitan reformas urgentes que garanticen que el personal de administración y servicios pueda desarrollar sus potencialidades profesionales en la mejora de las dos actividades matrices que dan sentido a la institución universitaria: la investigación y la docencia. Ninguna de esta dos actividades sería posible sin una gestión administrativa aplicada y finalista, pero, singularmente en nuestra universidad, los profesores hemos asumido una ingente cantidad de tareas burocráticas que ocupan buena parte del tiempo que pasamos fuera de las aulas, las bibliotecas o los laboratorios. Dirigir un Departamento o ser secretario/a del mismo puede suponer la paralización de la actividad académica de un profesor durante varios años. Cumplimentar la documentación administrativa de un programa o proyecto docente, hacer el seguimiento económico de un proyecto de investigación, o luchar a diario contra la plataforma de enseñanza virtual, se convierten en tareas agotadoras que terminan consumiendo las energías intelectuales de cualquier docente o investigador.

Se requiere un análisis profundo de las quiebras del sistema de organización del trabajo en la universidad. Hace falta sentar al personal de administración y servicios y a los profesores frente a frente, estudiar sistemáticamente las ineficiencias de los procesos administrativos, depurar aquellas actividades redundantes o superfluas, comprometer a los gestores administrativos con la función docente e investigadora, establecer el reconocimiento del rendimiento y la productividad administrativa, garantizar la promoción profesional vertical y horizontal del personal de administración y servicios sobre la base de procesos formativos útiles. Todo ello requiere poner los procesos informáticos al servicio de los profesionales de la administración y de los docentes e investigadores, lo que implica invertir el actual estado de cosas. Cuando la burocracia sólo sirve a la burocracia, la gestión universitaria deja de prestar el servicio que la sociedad reclama permanentemente.

Por ello resulta ineludible modificar el actual modelo de selección de gestores en nuestra universidad, empezando por el rector y terminando por el último de los empleados públicos de la institución. Abrir a toda la comunidad universitaria el proceso de elección de rector permite una selección natural de los mejores frente al actual modelo de cooptación, en el que el único mérito exigible es haber sido anteriormente vicerrector. Configurar los mejores equipos sobre la base de la competencia profesional y no sobre las afinidades personales, permite poder abordar con alguna garantía de éxito todos estos procesos de reforma inaplazables. Dar al personal de administración y servicios la potestad de poder dirigir secretariados constituye un método válido para profesionalizar la gestión universitaria. Trabajar en red y de forma cooperativa, olvidando los caducos sistemas piramidales y jerárquicos de gestión, permite extraer las mejores ideas y capacidades del capital humano de esta universidad, que es grande e infravalorado a la vez. Determinar objetivos específicos por cada unidad administrativa contribuye a la mejora de la productividad y al reconocimiento de la valía profesional de cada persona. Negociar los procesos, simplificar los trámites, reconducir la gestión informática, requiere de gestores con capacidad y empatía para oír y elegir la mejor opción.

Finalmente, hay que dignificar la función sindical en nuestra universidad, imprescindible para el desarrollo de las potencialidades del personal al que representa. Hay que implicar de forma directa a las organizaciones sindicales en el rediseño de la gestión administrativa y de la carrera profesional. Hay que escuchar todas las posiciones sobre cada problema, saber encontrar la síntesis, saber negociar bajo márgenes estrechos de maniobra, hay que implicar a los sindicatos en la responsabilidad del gasto y abrir mecanismos permanentes de información y consulta.

Ahora podemos tener una oportunidad para empezar a modificar este statu quo de autocomplacencia y falta de autocrítica que viene caracterizando a los equipos de gobierno de la Universidad de Sevilla. Pero ello requiere que empecemos por convencer a nuestros claustrales de que el modelo actual se encuentra agotado y de que se impone un cambio real de rumbo.

Habla con tus representantes en el claustro universitario. Pídeles que reflexionen sobre el modelo de universidad que queremos. Exígeles que sean consecuentes con la necesidad de garantizar un futuro mejor para todos.

 

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Fatima

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Viaje a ESRF

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28 octubre, 2015

Viaje a ESRF (European Synchrotron Radiation Source) en 2014.

Nos habló por casualidad del ESRF en una clase de inorgánica y nos ofreció hacer un viaje para conocerlo. Al principio lo tomamos a broma pero cuando nos lo volvió a ofrecer, muchos estábamos interesados en ir y conocer un poco más acerca de ese lugar.

Me puse a organizarlo, mirando vuelos, hoteles, miles de combinaciones, lo más barato posible. Dolores de cabeza para organizarlo todo bien y que no hubiera problemas y finalmente llego el día de coger el primer vuelo a Ginebra (Suiza)✈️. 12+1 personas acompañados de Adela, pusimos rumbo a esa ciudad. Nosotros nos quedamos en Ginebra, mientras que la Profe continuó su viaje hacia Grenoble, donde nos esperaría al día siguiente. Camino al hotel, íbamos todos alucinados por la cantidad de coches de alta gama y casas que veíamos a nuestro paso 😂. Ginebra nos recibió con una pequeña y agradable llovizna. Paisajes espectaculares y monumentos únicos.

Tras perder un bus y tener que esperar al siguiente, llegamos a Grenoble, el verdadero destino de nuestro viaje. Como era el 14 de Julio, allí vimos fuegos artificiales de 27 min y sobre todo y lo más importante, la experiencia del ESRF, donde aprendimos como los electrones emitían energía empleada en todo tipo de experimentos científicos. Nos enseñaron cómo funcionaba todo aquello y a pesar de la barrera del idioma para muchos, todos aprendimos bastante. Esta Ciudad nos dejó recuerdos maravillosos, lloramos de la risa, reímos por no llorar de cansancio, nos perdimos de vuelta al hotel, tuvimos una invasión de mosquitos en la habitación y un sin fin de cosas. Nos fuimos con dolores de piernas y espalda, con ampollas en los pies, pero sin duda volvería a repetir el viaje. Y le digo a todas las personas a las que algún día se les ofrezca hacer este maravilloso viaje para acudir a la visita, no lo dudéis, será una experiencia inolvidable.

Al día siguiente de la visita nos levantamos a las 5 de la mañana después de haber dormido escasas 3h y cogimos un tren    que nos puso rumbo a nuestro último destino, Marsella, que nos regaló momentos de diversión y disgustos. Pasamos calor pero el paseo en barco nos vino como anillo al dedo. Subimos a Notre Dame en bus y pensamos que hubiese sido de nuestras piernas si hubiéramos tenido que subir andando. Para cenar pedimos pizzas de distinta clases, pero finalmente fueron todas iguales, jaja. Me hubiese gustado pasar un día más en esta ciudad, pero todo lo bueno se acaba.

Gracias a estas 12 personas que decidieron unirse a este viaje y hacer de él algo inolvidable. Pero sobre todo y lo más importante, gracias a ti, Adela, por comentar esto como una simple curiosidad y hacer de ello posible su visita. Por enriquecer nuestro aprendizaje como futuros químicos y sobre todo como personas.

 

Fátima Ajmal Poley es alumna de cuarto curso del grado en Quimica.

La visita al ESRF realizada el 15 de julio de 2014 fue posible gracias a sus dotes organizativas . No se obtuvo ningún apoyo económico ni de la Universidad ni de la Facultad de Química, cada uno de los alumnos que viajó  pagó sus gastos.

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Reflexiones de José Manuel Quesada Molina

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21 octubre, 2015

La universidad que no quiero

Una muy querida amiga me pide que escriba algunas reflexiones sobre la universidad pública. Como estoy seguro que muchos de mis colegas serán capaces de sintetizar mucho mejor que yo las ideas positivas y, además, no quiero repetir lugares comunes, voy a enumerar brevemente lo que yo no quiero para la universidad pública :

1) No quiero una universidad donde el clientelismo y la búsqueda del acomodo individual marquen las decisiones.

2) No quiero una universidad donde el retorcimiento de la legalidad y el aprovechamiento torticero de subterfugios formales sean la norma para la perpetuación del orden establecido.

3) No quiero una universidad que siendo grande en tamaño sea pequeña en reconocimiento internacional.

4) No quiero una universidad ensimismada y estancada en la autocomplacencia, que culpe de todas sus deficiencias a factores externos, sin un atisbo de autocrítica y reconocimiento de sus propias carencias.

5) No quiero una universidad que anteponga el continente al contenido, los edificios frente a las personas.

6) No quiero una universidad con mentalidad gremial donde no se rindan cuentas al resto de la sociedad, pero se exijan fondos públicos para su mantenimiento.

7) No quiero una universidad donde el lenguaje políticamente correcto y grandilocuentes declaraciones plagadas de tópicos oculten unos mediocres resultados globales.

8) No quiero una universidad que priorice una creencia religiosa, con participación expresa en sus rituales.

9) No quiero una universidad donde sea posible que la pillería se proteja estatutariamente.

10) No quiero una universidad donde la burocracia, administrativa y académica asfixie a los investigadores y docentes mientras intenta ocultar las propias deficiencias tras una falsa apariencia de rigor.

Porque estoy convencido de que Adela Muñoz Páez luchará por una universidad pública alejada de todo lo que acabo de enumerar, apoyo su candidatura al rectorado de la Universidad de Sevilla.

José Manuel Quesada Molina
Catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear

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